jueves, 1 de marzo de 2007

Cinthia Picazo

PATRICIA ACEVES GARCÍA

“Una Gran Cocinera”

(1960)


Nació en la Ciudad de México, el 29 de junio de 1960, siendo la cuarta de ocho hermanos. Sus padres: Jorge Aceves Rodríguez y Pilar García Luna, nacidos en la Ciudad de México, deciden buscar otro rumbo, cambiando su domicilio hasta Ayapango, Estado de México. Aquí se dedican al ganado y la producción de queso en pequeñas cantidades, que con el tiempo se convertiría en una micro empresa con más de 30 años de trabajo, llamada: Granja “El Lucero”.

Patricia, reside en este lugar desde los cinco años, mismo donde estudió hasta la primaria, para continuar sus estudios en un Colegio de Monjas, llamado “José Castellón Velasco”, en Amecameca, Estado de México. Posteriormente termina una carrera técnica de secretariado. Alrededor de 3 años trabaja en la presidencia del municipio, para después enamorarse, casarse y ser madre muy joven, 18 años.

Por cuestiones económicas, reside en la casa de sus padres con su esposo, Alfredo Picazo Gutiérrez, y meses después con Paty, su primera hija. Es en este momento cuando empieza su acercamiento a la cocina, quizá en principio por obligación, pero gracias a esto se convirtió en una experta cocinera y repostera. Al tener sus padres múltiples ocupaciones y como agradecimiento por un lugar en donde vivir, Patricia comienza a cocinar para toda la familia; once personas, todos los días. Aprendiendo nuevas recetas, nuevos sazones, calculando cantidades exactas para ahorrar y por supuesto disminuir la inversión de horas de trabajo. Al aproximarse la llegada de su hija y por razones obvias, su esposo se queda a trabajar con sus suegros y aprende a elaborar queso oaxaca y panela, crema, mantequilla y requesón, mientras Patricia se dedica a la elaboración de pays de queso y gelatinas de leche sabor rompope, para venderlos dentro del mismo establecimiento. Para 1982, tiene a su segunda hija, Cinthia.

Al incrementarse las ventas de los productos lácteos y la repostería, el negocio empieza a crecer. Patricia y Alfredo, con mejores posibilidades, deciden comprar un terreno y fincar su propia casa. Se separan de los padres de ella, y es entonces cuando Patricia ya sólo cocina para cuatro. Pero también en cuando aumenta su producción de repostería; modifica una receta de panque, haciéndola muy suya, llamándolo sencillamente “Panque de mantequilla”, mismo que tuvo gran éxito desde su creación. Al mismo tiempo, su esposo inicia la elaboración de chorizo, ya que él tenía conocimientos por haber trabajado algún tiempo en una carnicería, producto que en la actualidad sigue teniendo excelentes ventas.

En el año 1985, deciden abrir un restaurante pequeño, dedicado a la elaboración y venta de barbacoa. Con todos sus ahorros construyen y emprenden la nueva aventura. La barbacoa al igual que todos los productos era de excelente sabor y calidad, se hizo un hoyo de barbacoa, donde se cocinaba lentamente con pencas de maguey, al mismo tiempo se preparaba la salsa borracha y las tortillas a mano, mientras aguardaban por la carne y el consomé. A pesar de su gran demanda, el lugar se cierra, los dos lo atribuyen a su poca experiencia, en mayor medida a no saber costear y atribuirle el valor correcto al producto de venta, teniendo así mucha inversión y poca ganancia. Con esto se cierra el negocio, después de un año largo y lleno de trabajo.

Vuelven a incorporarse al negocio familiar, elaborando los pays, gelatinas y chorizo para ser vendidos en “El Lucero”, y por supuesto Alfredo con su trabajo de horas corridas para la producción de lácteos. Siempre optimistas y un tiempo después Patricia tuvo la gran idea de elaborar productos de temporada, así que crea el budín de elote y panquecitos de elote, que hasta la actualidad sólo se elaboran en época de siembra, cuando los elotes saben más a elote, los granos son más suaves y sin duda su sabor es más suculento. Otros años más tarde y ya bombardeados por nuestro país vecino, decide hacer fruit cake, el cual se vende todo el mes de diciembre. Mientras que su esposo introduce la venta de miel de abeja.

Pasado el tiempo, Patricia elabora pays de queso con zarzamora, muy diferentes a los anteriores, galletas de mantequilla y niño envuelto. Todo esto, la convirtió en una excelente repostera, logra que las galletas tengan un crujiente perfecto y que los pasteles logren un esponjoso como ningún otro, y qué decir del privilegio del que goza su pequeña familia, al disfrutar del volteado de piña, el pastel de fresa, rosca de piña, el firme arroz con leche o la sorpresa al final de la comida; flan napolitano, flan de leche o gelatinas.

Y qué decir de sus comidas diarias, exactas en sabor, inclusive en la mesa de su cocina el salero esta ausente mientras se come. Se trata de una comida sutil, muy poco condimentada y agradable a la vista, no tiene ese efecto de otros platos, que de sólo verlo te llenas.

Algunas recetas de su enorme menú familiar son: Mole de olla (rojo y verde), tinga, empanadas argentinas, albóndigas, mixiotes de pollo, res o conejo, conejo entomatado, fajitas de pollo a la mexicana, salpicón, chuletas de cerdo en salsa de champiñones, pechugas rellenas de plátano y jamón con salsa de poblano o rellenas de huitlacoche en salsa de flor de calabaza, chiles rellenos de elote, calabaza, flor de calabaza, etc. con crema y gratinados, camarones al coco, tiritas de pescado con guarnición de surimi, chiles en nogada, arroz con fideo, arroz chino, sopa de fideo, crema de elote, de brócoli, calabaza y papa, espagueti rojo con queso añejo, ensalada de espinacas con manzana, tocino y yogurt, plátanos machos envueltos en tocino, etcétera.

Sólo por mencionar algunos, ya que la lista es muy larga.

Patricia además le concede a su familia el privilegio de elegir el platillo que más se les antoje para comerlo un día de la semana, haciendo al mismo tiempo la comida más variada.

Ahora, por cuestiones ajenas a ella, se retiró. Ya no elabora la repostería pero trabaja en su negocio propio, una tienda de regalos, y a pesar de que le gusta estar ahí, ella y su esposo, están por emprender un nuevo negocio; se trata de un restaurante que será de comida mexicana, ahora está en etapa de construcción, teniendo su apertura en un año. Esperan que sea un negocio netamente familiar, en donde cada integrante tenga un rol en específico y todos puedan beneficiarse de ello. Su hija Cinthia, esta por terminar la licenciatura en Gastronomía, y por supuesto desean que sea parte fundamental para dicho proyecto.


Por supuesto, mamá es una de las personas que más admiro en la vida, porque me da ejemplos de fortaleza, amor y vitalidad. He heredado, a diferencia de mi hermana, el amor a la cocina, a inventar nuevos platillos a cocinar recetas de libros, de revistas, de televisión, etc. Lo interesante de esto es descubrir nuevos caminos para llegar a un mismo fin, el disfrute de una buena comida. Y la verdad es que a pesar de mis conocimientos, no puedo igualar sus pasteles y por los mismos hace poco me entristecí al descubrir que he cambiado por completo mi sazón, ya no se parece al de ella, así como el de ella a mi abuela.

En mi familia el momento de la comida es primordial. Se coloca todo lo necesario en la mesa, manteles, vajilla, cubiertos, vasos, la jarra de agua siempre de fruta fresca, todo lo necesario para gozar el momento. Tratamos de comer siempre juntos, aunque actualmente ya no siempre lo logramos, por trabajo o escuela. Mamá sigue consintiéndonos haciendo nuestros platillos favoritos y aunque, como ya mencioné, ya no elabora repostería, siempre lo tiene en mente, hace poco me comentó que le gustaría hacerla otra vez y empezar a vender por su propia cuenta.

Por otra parte, papá es mi mejor ejemplo de superación, de cambio, de energía, amor y vigor, creo que muy dentro de él, le encanta la cocina, siempre ha soñado con tener un negocio que ofrezca comida; sueño que muy pronto verá realizado. Lo que sin duda es inolvidable, son sus riquísimas migas, creo que jamás he probado unas igual y dato curioso es que mi mamá jamás las hace y aunque tiene mucho tiempo que no las prepara, por cuestiones de dieta y salud, el sabor esta impregnado en mi cabeza. Recuerdo un detalle curioso de él, un día nos quiso complacer haciéndonos chilaquiles, pero se equivocó y en vez de epazote, les puso hierbabuena y aunque la intención fue muy buena, el sabor no. Aún mejor cuando mi hermana y yo éramos pequeñas, nos llevaba a la sala de elaboración de quesos y nos enredaba la bolita más pequeña de queso Oaxaca que pudiera hacer.

Mi hermana, a pesar de no gustarle en lo más mínimo la cocina, me enseño, sin quererlo, de ésta. Estando pequeñas, si por algún motivo nos quedábamos solas en casa, mi hermana siempre me llevaba a la hora de la comida a la cocina y me preparaba lo que fuera: una sincronizada, quesadillas, siempre una sopa de fideo, plátanos fritos, etc. Cosas sencillas, pero nunca me dejó sin comer, además era muy cuidadosa, jamás me dejaba acercar a la estufa y si me veía hacerlo, me gritaba: “Te vas a quemar” y me quitaba de inmediato. Cosa curiosa, porque aún llega a hacerlo, aunque ya me haya convertido en cocinera de profesión. Lo que mi hermana hizo fue un claro ejemplo de que también se puede comer amor. Ella fue quien realmente descubrió mi vocación y me motivo a estudiar esta bella carrera, se informó y me acompañó a la que ahora es mi escuela. Siempre le daré gracias por este descubrimiento.

Sin duda alguna los tres fueron y son parte importante en mi amor por la Gastronomía.

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