jueves, 1 de marzo de 2007

Anais Valdez Vargas


A lo largo de mi trayectoria alimentaria han transcurrido muchas personas significativas, que han dejado grandes influencias sentimentales y nutricionales en mí, desde mi madre hasta la tiendita de la escuela, cada una con diferentes valores sentimentales pero con la misma importancia y con sus debidas consecuencias en mi memoria gastronómica.


Sin embargo desde que decido responsabilizarme de esta pasión profesional, nomás entrando en esta universidad, encuentro desatinos y desinterés por parte de los que supuestamente debieran ser los grandes mentores y chefs que marquen e inspiren nuestra creatividad y entusiasmo. Lo que provocó ira, frustración y conformismo en mi sentir y mis ejecuciones.


Así trascurrieron los primeros tres semestres de mi licenciatura, y es en cuarto semestre cuando aparece un parte aguas,
la Chef María Baez de Baez, quien logró transmitirme disciplina, entrega, responsabilidad, limpieza, rapidez, decisión, etc. Habilidades que se necesitan cuando sales a trabajar.

Todo comenzó con unas exageradas pero justificadas normas de conducta y trabajo, que yo no entendía porque no quería salir de la cápsula de comodidad en la que había estado. Con el transcurso de las clases me di cuenta de la importancia de éstas y más aún de la necesaria investigación culinaria que ella inculcó en mi, investigaciones que marcan la diferencia entre reproducir recetas y desarrollar la gastronomía cocinando e investigando, que además fomentan la creatividad que tan olvidada estaba.


Es en este punto cuando la conciencia despierta el interés por ya no sólo repetir recetas, sino crear preparaciones con técnicas nuevas, ya que era la primera vez que llevaba pastelería, y así resurge de nuevo la pasión por mi profesión.

La Chef Maria Baez no solamente impulsó estas inquietudes, ese cosquilleo, con su manera de enseñar, sino con su trayectoria, es originaria de Mérida su familia es de ascendencia libanesa y con estrictas normas familiares, a los diecisiete años decide dejar su casa sin importar nada a consecuencia de huir de un matrimonio arreglado, trabaja en restaurantes en la ciudad de México, animada por el gusto de cocinar desde niña, conjuga el trabajo con sus estudios, mas tarde gana una beca para trabajar y estudiar en Barcelona, España, donde permanece tres años, laborando en cocina y cursando diplomados de pastelería, ya había encontrado el gusto por el azúcar.

Al regresar a México se casa y concibe dos hijos, y continúa su trabajo en lo que le llena, la cocina. Recuerdo que ella comentaba que “una buena madre y mujer no es aquella que opta por quedarse en casa a cuidar de su familia, pero frustrada por no desarrollarse profesionalmente, una mujer chingona es aquella que trabaja y procura a su familia sin descuidar ni una ni otra, ni a ella misma, porque todo se puede, nada más es cosa de organizarse”. Más tarde continua con sus estudios en pastelería en la Ambrosía, y aprendiendo francés.

Los años pasan y entonces abre un restaurante con todo su estilo, y entra en el campo de la docencia donde aplica todo su interés y dedicación, eso sentía yo, por dos años aproximadamente en la Universidad del Claustro de Sor Juana, al mismo tiempo práctica el yoga, cada vez con más entusiasmo. Es ahí cuando volvió a ser mi maestra en pastelería árabe, donde se percibía un cambio radical en su manera de transmitir, pero con el mismo compromiso, se le veía más relajada y dócil. Pero de igual manera aprendí muchísimo.

Actualmente no labora en una cocina, se dedica al yoga, pero no dudo que no se pueda mantener alejada de la cocina y del buen comer. De la chef María Baez aprendí mucho, agradezco su compromiso ya que en pocos chefs a lo largo de la licenciatura lo vi.

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